Los medios, las películas y las redes sociales nos bombardean constantemente de cifras y tips sobre cómo hay que vivir la sexualidad, en una fórmula -que al parecer- funciona para todos por igual. Se nos empuja a estar siempre en llamas, siempre con ganas.
Toda esta información inevitablemente nos hace cuestionarnos -¿Serán normales mis niveles de deseo? ¿tendré algún tipo de problema o disfunción?-
Y la realidad es que: Cuando de deseo sexual se trata, no hay talla estándar.
No existe un ideal en el nivel de deseo sexual y además, este no opera de la misma manera en todas las personas ni en todas las parejas. Más importante aún, el deseo sexual alto y espontáneo no siempre es aplicable a todos los momentos y etapas de nuestra vida.
El deseo sexual cambia de acuerdo a cómo cambian nuestros cuerpos, nuestros intereses o la etapa en la que se encuentre nuestra relación.
No es el mismo deseo loco y efervescente que tenemos cuando recién estamos pololeando al que tenemos cuando llevamos años casados o en la tercera edad.
Es importante entender que el deseo sexual siempre está atravesado por nuestras emociones. No son sólo las hormonas, no es solo la lubricación, también es cómo andamos por casa.
Algunas tensiones de la vida cotidiana pueden afectar nuestro deseo sexual.
La llegada de un hijo -por ejemplo-, es una de ellas. Los que somos padres sabemos que son muchas las cosas que cuesta recuperar post parto: el sueño, las duchas largas, la calma y también la vida sexual.
También puede pasar que la atención de la pareja esté centrada principalmente en el rol de padres y debido a ello exista una disminución del deseo sexual.
La división del trabajo y obligaciones en la pareja es uno de los espacios en donde más conflictos se suelen producir, porque es el que más genera falta de deseo por parte de las mujeres. Aunque hoy los hombres se involucran más, es muy común que sean ellas quienes se encuentren más agotadas y exigidas.
Cada pareja tiene sus momentos y es únicamente la pareja quien determina lo cómoda que se siente encontrándose todos los días, una vez por semana o una vez por mes.
Y si bien a todos nos resulta difícil escapar de estas circunstancias de la vida cotidiana, hay pequeñas acciones que podemos implementar. La primera de ellas es: No esperar a que el deseo nos caiga del cielo.
- Agendemos encuentros con nuestra pareja.
- Intentemos no poner las expectativas en que nuestros encuentros sean idénticos a los del inicio de nuestra relación
- Compartamos tiempo de calidad y momentos de intimidad
- Organicemos las tareas de la casa de manera equitativa
- Respetemos los pequeños espacios individuales de cada uno.
- Trabajemos la empatía y el ser pacientes.
