La salud sexual es el resultado de las experiencias, aprendizajes y decisiones acumuladas a lo largo de la trayectoria de vida. En el caso de las personas mayores, muchas han tenido que cargar con ciertas “mochilas” que influyen en cómo viven su sexualidad hoy:
Mochila de educación sexual ausente
Crecer sin educación sexual puede generar desconocimiento del cuerpo, miedo a la vivencia sexual y el riesgo de creer fácilmente mitos, juicios y creencias religiosas limitantes.
“De chica nunca nos enseñaron nada, era pecado tocarse; decían que si dabas un beso ibas a quedar embarazada o que si te masturbabas te iban a quedar los dedos crespos…” “Recuerdo que al levantar un saco sentí algo extraño y pensé que me había salido un pene. Me sentí muy avergonzada; días después me explicaron que era un prolapso.”
Mochila de desigualdad de género y vulneración
La mayoría de las mujeres mayores creció en entornos machistas y vulneradores, muchas casadas siendo menores con hombres mucho mayores, obligadas a reproducirse y a cuidar y criar. Tratadas como objetos y presionadas a dar placer sin recibirlo, e incluso abusadas por cónyuges o familiares. Estas experiencias aún las acompañan y, en muchos casos, las han llevado a evitar vivir su sexualidad por miedo y dolor.
“Me casaron a los 13 años, con un viejo de 35 que me obligaba a tener relaciones, me arrastraba del pelo por el suelo, por fín fui libre cuando murió, por eso no quiero saber nada de parejas, estoy mejor así, porque son muchos traumas los que tuve que pasar”... “Imagínate que vine a sentir mi primer orgasmo ya de vieja, después de divorciarme, porque claro, toda la vida el hombre eyaculaba y ahí quedaba una, mirando pal techo…”
Mochila de viejismo en la sociedad
Envejecer en una sociedad que asocia vejez con asexualidad puede hacer que las personas mayores internalicen la idea de que su sexualidad ya no importa.
“A esta edad creen que uno ya caducó y me tratan de viejo verde.” “Me daría vergüenza volver a tener pareja; todos opinan, hijos, vecinos… mejor quedarse así, que a mi edad no me corresponde.”
Estas mochilas muestran cómo la trayectoria de vida sexual impacta la salud sexual actual, porque el bienestar, la capacidad de disfrutar del deseo y la intimidad dependen de las oportunidades, aprendizajes y barreras experimentadas a lo largo de la vida.
Hablar de salud sexual en la vejez implica reconocer el bienestar sexual y la agencia sexual, entendida como la capacidad de decidir libre e informadamente cómo vivir el deseo, el afecto y la intimidad a lo largo de toda la vida. Adoptar un enfoque de curso de vida significa considerar que la sexualidad se construye desde la infancia, atravesando experiencias, aprendizajes, creencias y decisiones que influyen en cómo cada persona vive su sexualidad en la vejez.
Factores psicosociales como jubilación, cambios de roles, viudez, adaptación al cuerpo o aislamiento pueden afectar la autoimagen, la confianza y la expresión del deseo. Promover la sexualidad en esta etapa requiere usar lenguaje positivo e inclusivo, crear espacios seguros para hablar de deseos y dudas, garantizar acceso a salud sexual y acompañamiento psicológico, explorar formas de intimidad más allá del coito y visibilizar narrativas positivas que desmitifiquen tabúes y empoderen a las personas mayores.
Envejecer no significa apagar la chispa; significa seguir viviendo la sexualidad con autonomía, placer y respeto, reconociéndola como un derecho humano y parte integral del bienestar a lo largo de toda la vida.
Por Victoria Elena Pavez Torres, Trabajadora Social Diplomada en Gerontología Social y en Salud Sexual con enfoque de Curso de Vida.
Directora Ejecutiva de Fundación Bienestar Mayor
Créditos fotográficos: Fotografías de Miquela Leporati Sánchez y Christopher Agustín Marambio Cajales, pertenecientes a la exposición “Esencias”. Modelos: María Elena y Luis.